En Madrid, el viandante es un mero espectador de la marea de tráfico que circula por delante de su camino y que le impide caminar con libertad hasta que el semáforo le da paso. Aunque en ocasiones la convivencia entre peatones y conductores se vuelve complicada, conflictiva e incluso mortal.
En lo que va de año, 15 peatones han muerto a manos de conductores. El último, ayer en la avenida de América, en la parada de autobús que cojo todos los días y en la que, diez minutos después del accidente, hubiera estado esperando al 115.

Es la segunda vez que me encuentro con un accidente en los morros. La primera fue hace unos cuantos años, en la A-5. También fue frente a una parada de autobús. Una conductora que iba demasiado rápido y demasiado cerca de la mediana de la autovía chocó contra ella y dio tres vueltas de campana delante de mí. El coche -también blanco, como el de ayer- se quedó parado a tres metros de donde me encontraba.
Entonces, la conductora tuvo suerte y salió por su propio pie, ensangrentada pero consciente. No hirió a nadie más. Ayer, Alejandro, un hombre de 34 años que volvía a casa para comer no tuvo tanta suerte en la A-2 y fue arrojado diez metros del lugar después de que la conductora le embistiera tras -dice- perder el conocimiento. Diez minutos después, él podría haber sido yo. O cualquiera.
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Yo también uso el tramo de Avda. de América, desde la incorporación del Campo de las Naciones, hasta la M-30 y me da miedo ver donde están las paradas de autobús. Sobre todo teniendo en cuenta lo mal que, por lo general, conducimos en Madrid; agresivos, poco solidarios, demasiado rápidos en general, etc.
Habrá que concederle la presunción de inocencia a la conductora, porque cuando se de cuenta de lo que ha hecho, no me gustaría nada estar en su piel.
DEP Alejandro.